Tu comentario a mi nota de ayer me hizo recordar muchas cosas, amigo Antínoo. Para empezar, tu seudónimo me llevó a releer algunas páginas de Las memorias de Adriano, uno de mis libros favoritos. Un amor que termina de manera trágica, pero que gracias a ese drama tuvo el suficiente atractivo para ser recreado por Marguerite Yourcenar.
Otro detalle que recordé fue mi lectura de las páginas internacionales en la adolescencia. Yo recorrí el camino inverso al tuyo: en los periódicos me enteraba de los detalles de la guerra civil peruana, que imagino habrá sido más sangrienta que la de mi país. No puedo ni imaginar lo que significa recorrer un país tan grande (la Tierra de collares tiene menos de 21,000 kilómetros cuadrados), en el que había tan graves conflictos entre las partes en disputa.
Yo leía con avidez las noticias del Perú, tal vez porque a través de los libros de Vargas Llosa, Ricardo Palma y Julio Ramón Ribeyro conocí un fragmento de esa geografía, de los nombres de ciertas calles de Lima y algunas poblaciones de la provincia. Conocí relatos de los barrios Miraflores y Santa Cruz. Imaginé el colegio Leoncio Prado y la cara de Teresa, el amor imposible del Esclavo.
He estado dos veces en Perú, y en ambas sólo he visto el aeropuerto de Lima. En el primer vuelo me bajé del avión, hice una fila, y me subí al aparato en el que continuaba viaje. Fue un récord personal: 5 minutos en la terminal. Al regreso fue más tranquilo. Me quedé en la sala de espera durante una hora.
Hablando de la guerra civil de la Tierra de collares, sí he comentado en mis notas ciertas efemérides. Por ejemplo, la del 31 de diciembre (1991: día de la firma del acuerdo de Nueva York). También hay otra del 11 de noviembre (1989: inicio de la más grande ofensiva guerrillera). Pero estás en lo cierto: nunca había escrito una nota en la que mi postura sobre la guerra civil estuviera tan clara.
En otras naciones que han sufrido conflictos tan violentos vino después un período de incertidumbre. Es lo mismo que nos pasa en este momento. Han pasado catorce años desde la firma del Acuerdo de Chapultepec, y seguimos en la duda, en la falta de una visión común para dejar por fin atrás las causas que originaron el conflicto. Pero eso lo sabe cualquier ciudadano en Latinoamérica. Las contradicciones económicas y sociales son palpables, las vemos todos los días. Basta con que nos asomemos a la puerta, que escuchemos una emisora de radio o leamos el periódico.
Hay otra cosa en la que tenés razón: cuando recuerdo me mueve la nostalgia. La escritora Claribel Alegría publicó un libro llamado Saudade. Es una palabra bellísima, que importamos del portugués. Ella hace un recuento de tristezas luego de la muerte de su esposo. Me encantó el poemario, disfruté mucho al compartir sus añoranzas. Me gustan los libros tristes (que están bien escritos, por supuesto).
Gracias a Dios por los buenos libros tristes.
30.3.06
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2 comentarios:
Tal vez sí es cierto que nuestra patria es una sola.
Aquí en el Perú sabemos que el departamento de Madre de Dios queda lejos, demasiado quizá; podemos intuir desde ya que nunca jamás podremos conocerlo pero sentimos irremediablemente que es nuestra tierra, que somos parte de ella y que ella es parte de nosotros…
Perdóneme pero yo también soy salvadoreño.
No hay por qué pedir perdón, Antínoo. Yo siento que he nacido en Cuzco, Buenos Aires y Ciudad de México. He leído sobre estas ciudades, he visto imágenes de sus calles y he visitado algunas de ellas.
Yo soy ciudadano del mundo.
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