23.11.13

Magnus Carlsen, nuevo campeón mundial de ajedrez

El gran maestro noruego Magnus Carlsen se ha proclamado ayer campeón mundial de ajedrez. En un encuentro pactado a doce partidas, el final llegó a la décima debido a la ventaja de tres puntos de Carlsen sobre el anterior campeón, el indio Viswanathan Anand.


Carlsen era el gran favorito en las apuestas. Su condición de número uno del mundo con una ventaja de casi cien puntos ELO sobre Anand lo hacían el candidato principal para obtener la corona. A punto de cumplir los veintitrés años, falta por descubrir si su estilo de juego se convierte en una norma para el futuro. Carlsen suele evitar las complicaciones teóricas de las aperturas. Prefiere concentrarse en el medio juego, donde crea tantos problemas que sus oponentes suelen cometer fallos que él aprovecha. Precisamente eso es lo que ha ocurrido en este encuentro: Anand no logró imponerse en las aperturas y cometió errores que el nuevo campeón del mundo utilizó para obtener tres victorias y siete empates.

Hace algunos años publiqué una nota en este blog donde hablé de la victoria de Carlsen en un torneo de mucha fuerza. Él tenía quince años y ya no era un desconocido en el mundo del ajedrez. Dos años antes había participado en un torneo donde había derrotado al ex campeón mundial Anatoly Karpov. Unos días después jugó con el entonces número uno, Gary Kasparov, y estuvo a punto de derrotarlo. Hoy se han cumplido los pronósticos que los mentores del noruego habían lanzado hace tiempo. Carlsen es el nuevo monarca mundial. Una nueva era ha comenzado en el deporte de las sesenta y cuatro casillas.

17.11.13

Jardín botánico La Laguna: peces

¡A comer!

Hoy yo invito el almuerzo

Hay para todos



Este grupo estaba en un estanque


Close up

Pez tigre

¡Beso!

Estos sí que eran escurridizos

Jardín botánico La Laguna: fauna

Justo al entrar al Jardín vimos este pequeño Cherenqueque

¡Impresionante!

¿Alcanzan a ver las dos libélulas?

Una iguana con rastros de su mudada de piel

Antes de terminar la visita vimos una gran iguana que posó pacientemente para las fotos




Jardín botánico La Laguna: tortugas

Tomando el sol


Playa tortuga



Jardín botánico La Laguna: flores


Pascua

Pascua

Brocha

Cinco negritos

Cinco negritos rosada

Cola de ratón


25.9.13

HHhH


Las novelas relacionadas con la segunda guerra mundial han formado en la práctica un subgénero literario. Existe una gran cantidad de libros ambientados en ese período. Es muy difícil descubrir un texto que nos sorprenda o que aporte algo nuevo. Es por esta razón que el libro de Laurent Binet ha sido tan apreciado. En Francia fue galardonado en 2010 con el premio Goncourt de primera novela.

El título se debe a una frase en alemán: Himmlers Hirn heisst Heydrich, "El cerebro de Himmler se llama Heydrich". Durante la segunda guerra mundial, Reinhard Heidrich se convirtió en uno de los hombres más reconocidos del partido nazi. Como mano derecha de Himmler, contribuyó a la formación de las SS, una de las organizaciones político-militares más temidas. También formó parte del grupo de personas que diseñó la solución final. Heidrich fue destinado en 1941 a Checoslovaquia, donde ejerció en la práctica como jefe del territorio. Durante su gestión los nazis descabezaron a la resistencia y reprimieron con dureza a la población.

El gobierno checoslovaco en el exilio deseaba dar un golpe de efecto para ser tomado en cuenta en futuras negociaciones después de la guerra. Decidieron entrenar en Inglaterra a dos de sus mejores hombres, Jan Kubis (checo) y Joseph Gabcik (eslovaco), para que asesinaran a Heidrich. Luego de lanzarlos en paracaídas junto con otros soldados que efectuarían distintas tareas en la resistencia, Kubis y Gabcik se dirigieron a Praga. Fue en esa ciudad donde planearon el atentado. Varias familias los escondieron y alimentaron durante los meses que precedieron al ataque.

El aspecto más atractivo de la novela es su estructura. Fue escrita a modo de diario de viaje. Me explico: Binet nos confía que se siente muy atraído por los países que antes formaban Checoslovaquia. Conoce buena parte de la historia de esa región. Fue en uno de sus paseos por Praga donde visitó la iglesia donde se dieron algunos de los hechos que recoge en su libro. Conforme avanza en la narración comprendemos sus motivaciones, la energía que debe ser liberada. Nos hace comentarios de los libros y películas que hablan del mismo tema, nos adentramos en la mente del escritor a medida que las páginas se acumulan. Lo vemos recriminarse porque cree que no hace justicia a los hechos con los diálogos que ha compuesto. Porque no está tratando con personajes imaginarios, sino con personas que existieron en la realidad y que sufrieron los horrores del nazismo.

Binet nos permite acompañarlo por un viaje tortuoso, a lo largo del cual ha escrito un diario. A él le gustaría que todas las personas que participaron en la conjura sean reconocidas. En especial, quiere que no olvidemos a los que murieron debido a la represión posterior al atentado. Fueron cientos los que fallecieron víctimas de la venganza. Kubis y Gabcik son recordados hoy como héroes, pero hay muchas más personas que nadie recuerda, que estuvieron en la segunda línea y que merecen igual pompa. Esta es también la historia de esos héroes olvidados.

24.9.13

Hasta siempre, Álvaro Mutis


¡Oh Señor!, recibe las preces de este avizor suplicante y concédele la gracia de morir envuelto en el polvo de las ciudades, recostado en las graderías de una casa infame e iluminado por todas las estrellas del firmamento.

(Oración de Maqroll)


Cuando era un adolescente, un buen amigo me prestó un libro que había comprado en Guatemala. Se trataba de Crónicas y reportajes, de Gabriel García Márquez. Contenía trabajos periodísticos publicados en los años cincuenta. Uno de estos textos, del año 1954, hablaba de un escritor que era desconocido para mí: Álvaro Mutis. Era un nombre tan extraño que no lo olvidé. Meses después encontré una novela de ese autor colombiano. Era un libro muy caro y no pude comprarlo. Leí la contraportada y encontré un nombre aún más extraño: Maqroll el Gaviero. 

Pasaron diez años, más o menos, para que pudiera comprar por fin uno de los libros de Mutis. Eran tiempos en los que Internet no estaba al alcance de todos y no tenía tanta información como hoy. Solo pude orientarme por un dato que mencionaba el resumen del libro: decía que era la primera novela de la serie de Maqroll el Gaviero. Se trataba de La nieve del almirante. 

Las sorpresas saltaron desde la primera página, porque a la manera de Cervantes, Mutis nos lleva por un viaje a las librerías de viejo de Barcelona, donde encuentra un ejemplar que buscaba desde hacía mucho tiempo. En el forro encuentra unas páginas sueltas, llenas de una caligrafía de color morado, donde descubre uno de los viajes de Maqroll, el  marinero que viaja por distintas partes del mundo y que salta de una empresa ruinosa a otra. Esas páginas son las que Mutis transcribe para recrear el viaje de Maqroll a lo largo del río Xurandó para buscar unos aserraderos donde pensaba hacer un negocio cuyo éxito era improbable. 

Ese libro es mi preferido de Mutis en cuanto a narrativa se refiere. Algunos años después comencé a leer su poesía. En la Summa de Maqroll el Gaviero se encuentra la mayoría de su obra poética. Es un viaje por textos hechos con mucho amor y reverencia hacia la literatura. Dentro de esta colección hay un libro que destaco entre todos: Reseña de los hospitales de ultramar. Se encentran aquí textos magníficos: Pregón de los hospitales, El hospital de los soberbios y Las plagas de Maqroll.

El destino de Maqroll es hacer negocios en los que siempre lleva las de perder. En el libro Ilona llega con la lluvia lo encontramos en Panamá, junto con su amiga Ilona Grabowska, dirigiendo un burdel con gran éxito. Pero como todas sus empresas acaban mal, esta no podía ser la excepción. Un hecho de sangre marcará el final de la aventura. En este libro conocemos también a otro de sus grandes amigos: Abdul Bashur, un marino libanés que también viaja alrededor del mundo y cuyo sueño es encontrar un barco de tamaño mediano, un navío perfecto en el que podrá surcar los mares y sentir algo que recuerde a la felicidad.

¿Qué pensaba Álvaro Mutis de su personaje más conocido? Decía que era un derrotado, que se levantaba una y otra vez aun sabiendo que volvería a caer. En una de sus novelas el autor se incluyó como uno de los personajes e hizo saber a una mujer que lo interrogaba acerca de sus libros que estos eran “más bien tristones”. En efecto, tanto su poesía como su narrativa están cargadas de melancolía, de la derrota del ser humano y su irremediable fracaso. Pero también son textos de gran belleza, adornados con toda la curiosidad y lecturas recogidas durante décadas. En sus narraciones nos encontramos con personajes tan distantes en el tiempo como Alar el Ilirio, un militar de la edad antigua, y el coronel Napierski, un militar polaco que llega en 1830 a Sudamérica y conoce a un languideciente Simón Bolívar.

Mutis era un personaje frecuente de sus propias narraciones. Solía encontrarse con el Gaviero, por casualidad, en distintas partes del mundo. En la novela Amirbar contó que fue a buscarlo a un motel mediocre cerca de Los Ángeles. Maqroll se consumía por una malaria que nunca terminaba de desterrar. Esperaba recuperarse para seguir camino hacia Perú, donde se embarcaría en otro negocio de resultado dudoso. Al final del libro el autor recibió en un hotel de Bruselas una carta del Gaviero, donde le relataba algunas aventuras que valía la pena contarle porque sabía que Mutis “se ha empeñado en compilar mis descalabros con fidelidad e interés que no acabo de comprender”.


Hacía ya algunos años que Álvaro Mutis había caído en el silencio. El 22 de septiembre de este año nos encontramos con la noticia de su muerte, recogida por medios de prensa de todo el mundo. Su fallecimiento no fue una sorpresa, ya que acababa de cumplir noventa años y sufría de graves problemas de salud. Pero siempre se tiene la esperanza egoísta de que un escritor que has admirado durante años sobreviva un poco más, que exprima su cuerpo para publicar un libro más que atesorarás en la biblioteca personal. Él tuvo el privilegio de ser el primer lector de Cien años de soledad, distinción que Gabriel García Márquez le otorgó también con el resto de sus libros posteriores. Era un hombre que vivía enamorado del pasado, de quien se decía que jamás había votado en su vida y que añoraba a su Colombia natal en cada una de las páginas que escribió. Ahora nos ha dejado para ser testigo de primera mano de esos tiempos ya consumidos en los que Maqroll el Gaviero, seguramente, lo guiará en un barco forjado con algunas de las más brillantes páginas de la literatura latinoamericana del siglo XX.

18.9.13

Mentiras de verano


Este libro del escritor alemán Bernhard Schlink tiene una construcción extraña. Se trata de una colección de relatos con un hilo conductor que jamás había visto: el mundo de los protagonistas de cada historia se derrumba o sufre un remezón durante el verano.

Tres relatos fueron los que más me agradaron. El primero se llama Temporada baja, que también es el primero del libro: una pareja se conoce en una playa turística al final del verano, cuando la mayoría de los visitantes se ha marchado. La pareja comienza un romance que cambiará sus futuros planes de vida. Otro texto que me gustó mucho fue El último verano, que trata acerca de un hombre que padece un cáncer que avanza con rapidez. Esta persona desea pasar un verano feliz con su familia y, cuando el dolor sea muy fuerte, planea ingerir una bebida que lo matará en cuestión de minutos.

El tercer relato que me agradó fue El viaje al sur. Es mi texto preferido de esta colección. Habla acerca de una anciana que durante el verano viaja a la ciudad donde hizo sus estudios universitarios. La mujer es acompañada por su nieta, a quien le cuenta que en esa ciudad vivió un romance con un hombre que tenía un solo brazo. Este hombre le rompió el corazón al abandonarla, pero a pesar de ello nunca pudo olvidarlo. La resolución de esta historia me recordó mucho al final de la novela El sentido de un final, de Julian Barnes.

Hay otros textos interesantes en este libro. Por ejemplo: La casa en el bosque, que cuenta la historia de un escritor frustrado que teme que la fama creciente de su esposa, que también es escritora, destruya la vida hogareña que se ha esmerado en levantar. Johann Sebastian Bach en Rügen relata el viaje de un hombre con su padre a una ciudad donde se organiza un festival de música de Bach. Durante esos días, padre e hijo se conocerán más de lo que nunca lo hicieron antes.

6.8.13

En tiempos de luz menguante


Hace más de un año que me interesé por leer La torre, de Uwe Tellkamp. Es una novela que fue galardonada en 2008 con el premio Deutscher Buchpreis, el más importante de Alemania. Es un relato acerca de los últimos años de la extinta República Democrática Alemana (RDA). El autor nació en la ciudad de Dresde, por lo que es de suponer que vivió de cerca ese período histórico.

Editorial Anagrama, la que por gusto personal considero la mejor de habla hispana por su acierto en publicar excelentes libros provenientes de otros idiomas, publicó un fragmento de la novela en su página web. Al leerlo tuve una triste primera impresión porque se trata de una narración impenetrable, con muchos pasajes oscuros. Es un estilo denso, que no me atrapó. Es probable también que el texto pierda parte de su frescura debido a la traducción.

Cuando investigué en Internet acerca del libro de Tellkamp, encontré un artículo en un diario español donde el autor analiza esta novela y la que en 2009 ganó el premio Deutscher Buchpreis: En tiempos de luz menguante, de Eugen Ruge. La segunda es la que, a juicio del articulista, resulta más atractiva en cuanto a estructura y desarrollo de los personajes. Él las leyó en alemán, así que le añadía credibilidad a su crítica.

Unos meses después de que la edición en castellano del libro de Ruge estuvo disponible en Anagrama lo compré por Internet. Su estilo es más cercano, sin tanto vericueto lingüístico. Es la historia de cuatro generaciones de la familia Umnitzer. En un período de cincuenta años observamos, por medio de saltos temporales, fragmentos de la vida de Wilhelm y Charlotte, comunistas convencidos que vuelven a la RDA después de un exilio en México. Su hijo Kurt se casa con Irina, una rusa que conoce durante su exilio causado por una purga estalinista en la que Werner, el hermano de Kurt, desaparece. La tercera generación es la de Alexander, que crece en la época del punk y comparte el desencanto de su generación por el modelo socialista. Su hijo, Markus, entraba en la adolescencia cuando fue testigo de la caída del muro de Berlín y, unos meses después, de la reunificación alemana. Es la generación influenciada por la música grunge, la que tampoco encuentra consuelo en el capitalismo importado de occidente.

Este tipo de novelas en las que observamos la historia de una familia y, al mismo tiempo, el tiempo que les toca vivir, me resultan atractivos. La historia del país entra por las ventanas mientras ellos padecen sus dramas personales. No son héroes, ni personajes de importancia en sus comunidades. Los Umnitzer son una familia común, que puede ser la nuestra o la que vive a dos casas de distancia. Recuerdo otros libros en los que la historia familiar sirve de vehículo para observar la de su país: El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, y La memoria de las piedras, de Carol Shields.


En tiempos de luz menguante es la primera novela de Eugen Ruge. Anteriormente era conocido como dramaturgo y director de teatro. 

28.5.13

Una mala película de hombres lobo



El hombre de traje barato sostenía la lámpara e iluminaba al motorista del autobús, quien intentaba remover los pernos de la llanta baja con unas pinzas. El hombre de ropas descuidadas los miraba. La mujer se moría de impaciencia. Preguntó de nuevo:
   —¿Cuánto tiempo falta?
   El motorista se encogió de hombros. La mujer se cocinaba en su bilis. Maldecía a su jefe por enviarla a visitar las sucursales del banco en autobús. Ahora estaba estancada en ese páramo apartado, en mitad de la noche. Sus únicos acompañantes eran esos tres hombres. 
   —¡Maldición! –dijo la mujer al motorista-. Me quejaré con su jefe. 
   Se apartó del grupo. El hombre de traje barato sonrió y le guiñó un ojo. 
   —Cuando lleguemos le venderé un auto a buen precio. Puede hacer el primer pago en treinta días. 
   El hombre de aspecto desharrapado se acercó al vendedor de autos. Se aliviaba de que la mujer se alejara.
   —Esto me recuerda a la película del hombre lobo americano en Londres. Cuando los dos amigos se marchan a campo traviesa, los atacó el monstruo. 
   —¿También se les averió el autobús? –preguntó el vendedor. 
   —No, pero su situación era parecida a la nuestra: estamos en un lugar apartado, no hay un alma en cientos de kilómetros y está saliendo la luna. 
   Los dos hombres miraron al horizonte. La luna llena asomaba sobre las montañas. 
   —Solo falta la neblina para añadirle suspenso a la noche– dijo el hombre de ropa descuidada-. Así como en Frankenstein contra el hombre lobo. 
   La mujer se acercó al grupo y escuchó las palabras del cinéfilo. Lo miró con extrañeza. Él se incomodó y dijo: 
   —Estaba hablando de una película vieja. 
   La mujer olvidó pronto al hombre de ropas descuidadas y volvió al disgusto que sentía hacia su jefe. No le perdonaría esa noche tan desagradable.
   —¿Y bien? –preguntó al motorista- ¿Se dará por vencido y llamará a un mecánico? 
   El motorista no respondió. Se incorporó y abrió el compartimiento de equipajes. Después subió al autobús.
   —¡No entiendo cómo pudo olvidar sus herramientas! –gruñó la mujer. 
   —No debería enfadarlo –dijo el cinéfilo-. Hace lo que puede. 
   La mujer lo ignoró y encendió un cigarrillo. 
   —¿Y qué sucede en esas películas de hombres lobo? –preguntó el vendedor-. ¿Cómo sabe en qué momento van a atacar? 
   —Por la música de suspenso –dijo el cinéfilo –, o por un ruido extraño en el sótano. 
   Acababa de pronunciar esas palabras cuando se oyó un crujido que provenía del compartimiento de equipajes. 
   —¿Qué demonios…? 
   Los tres pasajeros se asustaron. Retrocedieron al mismo tiempo y quisieron subir al autobús. La puerta no cedió. 
   —¡Abra la puerta! –gritó la mujer, pero el motorista no se movió. Parecía muerto. 
   Un ruido más fuerte los hizo mirar atrás. Del costado del vehículo surgió una mano pálida, con grandes venas moradas. El vampiro se irguió bajo la luz de la luna.