24.9.13

Hasta siempre, Álvaro Mutis


¡Oh Señor!, recibe las preces de este avizor suplicante y concédele la gracia de morir envuelto en el polvo de las ciudades, recostado en las graderías de una casa infame e iluminado por todas las estrellas del firmamento.

(Oración de Maqroll)


Cuando era un adolescente, un buen amigo me prestó un libro que había comprado en Guatemala. Se trataba de Crónicas y reportajes, de Gabriel García Márquez. Contenía trabajos periodísticos publicados en los años cincuenta. Uno de estos textos, del año 1954, hablaba de un escritor que era desconocido para mí: Álvaro Mutis. Era un nombre tan extraño que no lo olvidé. Meses después encontré una novela de ese autor colombiano. Era un libro muy caro y no pude comprarlo. Leí la contraportada y encontré un nombre aún más extraño: Maqroll el Gaviero. 

Pasaron diez años, más o menos, para que pudiera comprar por fin uno de los libros de Mutis. Eran tiempos en los que Internet no estaba al alcance de todos y no tenía tanta información como hoy. Solo pude orientarme por un dato que mencionaba el resumen del libro: decía que era la primera novela de la serie de Maqroll el Gaviero. Se trataba de La nieve del almirante. 

Las sorpresas saltaron desde la primera página, porque a la manera de Cervantes, Mutis nos lleva por un viaje a las librerías de viejo de Barcelona, donde encuentra un ejemplar que buscaba desde hacía mucho tiempo. En el forro encuentra unas páginas sueltas, llenas de una caligrafía de color morado, donde descubre uno de los viajes de Maqroll, el  marinero que viaja por distintas partes del mundo y que salta de una empresa ruinosa a otra. Esas páginas son las que Mutis transcribe para recrear el viaje de Maqroll a lo largo del río Xurandó para buscar unos aserraderos donde pensaba hacer un negocio cuyo éxito era improbable. 

Ese libro es mi preferido de Mutis en cuanto a narrativa se refiere. Algunos años después comencé a leer su poesía. En la Summa de Maqroll el Gaviero se encuentra la mayoría de su obra poética. Es un viaje por textos hechos con mucho amor y reverencia hacia la literatura. Dentro de esta colección hay un libro que destaco entre todos: Reseña de los hospitales de ultramar. Se encentran aquí textos magníficos: Pregón de los hospitales, El hospital de los soberbios y Las plagas de Maqroll.

El destino de Maqroll es hacer negocios en los que siempre lleva las de perder. En el libro Ilona llega con la lluvia lo encontramos en Panamá, junto con su amiga Ilona Grabowska, dirigiendo un burdel con gran éxito. Pero como todas sus empresas acaban mal, esta no podía ser la excepción. Un hecho de sangre marcará el final de la aventura. En este libro conocemos también a otro de sus grandes amigos: Abdul Bashur, un marino libanés que también viaja alrededor del mundo y cuyo sueño es encontrar un barco de tamaño mediano, un navío perfecto en el que podrá surcar los mares y sentir algo que recuerde a la felicidad.

¿Qué pensaba Álvaro Mutis de su personaje más conocido? Decía que era un derrotado, que se levantaba una y otra vez aun sabiendo que volvería a caer. En una de sus novelas el autor se incluyó como uno de los personajes e hizo saber a una mujer que lo interrogaba acerca de sus libros que estos eran “más bien tristones”. En efecto, tanto su poesía como su narrativa están cargadas de melancolía, de la derrota del ser humano y su irremediable fracaso. Pero también son textos de gran belleza, adornados con toda la curiosidad y lecturas recogidas durante décadas. En sus narraciones nos encontramos con personajes tan distantes en el tiempo como Alar el Ilirio, un militar de la edad antigua, y el coronel Napierski, un militar polaco que llega en 1830 a Sudamérica y conoce a un languideciente Simón Bolívar.

Mutis era un personaje frecuente de sus propias narraciones. Solía encontrarse con el Gaviero, por casualidad, en distintas partes del mundo. En la novela Amirbar contó que fue a buscarlo a un motel mediocre cerca de Los Ángeles. Maqroll se consumía por una malaria que nunca terminaba de desterrar. Esperaba recuperarse para seguir camino hacia Perú, donde se embarcaría en otro negocio de resultado dudoso. Al final del libro el autor recibió en un hotel de Bruselas una carta del Gaviero, donde le relataba algunas aventuras que valía la pena contarle porque sabía que Mutis “se ha empeñado en compilar mis descalabros con fidelidad e interés que no acabo de comprender”.


Hacía ya algunos años que Álvaro Mutis había caído en el silencio. El 22 de septiembre de este año nos encontramos con la noticia de su muerte, recogida por medios de prensa de todo el mundo. Su fallecimiento no fue una sorpresa, ya que acababa de cumplir noventa años y sufría de graves problemas de salud. Pero siempre se tiene la esperanza egoísta de que un escritor que has admirado durante años sobreviva un poco más, que exprima su cuerpo para publicar un libro más que atesorarás en la biblioteca personal. Él tuvo el privilegio de ser el primer lector de Cien años de soledad, distinción que Gabriel García Márquez le otorgó también con el resto de sus libros posteriores. Era un hombre que vivía enamorado del pasado, de quien se decía que jamás había votado en su vida y que añoraba a su Colombia natal en cada una de las páginas que escribió. Ahora nos ha dejado para ser testigo de primera mano de esos tiempos ya consumidos en los que Maqroll el Gaviero, seguramente, lo guiará en un barco forjado con algunas de las más brillantes páginas de la literatura latinoamericana del siglo XX.

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