30.9.09

Cambio de llanta... again

Hoy por la noche recordé que alguna vez escribí una nota en la que comentaba que había cambiado una llanta a mi carro. Ahí expliqué que había sido la primera vez que hacía esa operación por la noche. Fue la primera y única vez... hasta esta noche.

Por suerte, en esta ocasión el cambio de llanta fue más temprano. Eran las 6:00 p.m., aunque ya estaba muy oscuro. Estacioné mi carro cerca de la oficina, bajo un poste de alumbrado público. Imagínense: yo de manga larga (por bruto. Olvidé arremangarme. Ya con las manos sucias cómo lo hacía), los lentes en la bolsa de la camisa y con la llanta de repuesto (la famosa dona) lista para entrar en acción.

Recordé que hay unos talleres de reparación de llantas al final de la autopista norte (pido perdón a los que no viven en San Salvador por usar esta referencia) y me encaminé hacia allá. Iba despacio, por aquello de que la donita tiene un diseño frágil. Pero en el Bulevar Constitución encontré un lugar aún abierto donde reparan y venden llantas. Ahí me quedé.

Cuando cambié la llanta la revisé, y me di cuenta que estaba inservible. Tenía un gran chindondo (para los extranjeros: chichón, protuberancia) y una rajadura macabra. ¿Cómo se abrió de esa manera? A saber. Nunca me había ocurrido. En el viaje que hice hace algunos días al río Sumpul con unos amigos nos pasó que cambiamos una llanta cerca de la ciudad de Aguilares. El daño que tuvo era pequeño comparado con el que vi ahora.

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