Justo el viernes pasado en la madrugada descubrí el primer síntoma de la enfermedad misteriosa. Aparecieron otros durante la tarde. Me fui a mi casa y me tiré en la cama. Tenía fiebre y un dolor de cabeza incómodo. Tenía sed, y ni una pizca de hambre.
Seguí el consejo de las abuelas: dormir y mucho descanso. Para el sábado en la mañana había pasado la fiebre, pero aún sentía un poco de temperatura. Si el dolor de cabeza se hubiera marchado habría sido mejor, pero no se quitó sino hasta hoy, cuando me desperté.
Llamé por teléfono a mi doctora, quien me pidió que fuera a hacerme algunos exámenes. El resultado indicaba que sufría una infección, ocasionada quién sabe por qué. Ni modo, a comenzar una tanda de antibióticos. Cada pastilla tiene la forma de un frijol saltarín.
Hace como tres años me pegó una de estas enfermedades misteriosas, parecida a la del fin de semana. Pero la diferencia fue que aquélla me causó dolores en todo el cuerpo. Tuve que pedir un día libre en el trabajo. Ahora, en cambio, el descanso y las medicinas me ayudaron para que llegara a la oficina de manera puntual.
Todos padecemos de estas enfermedades sin nombre, que la gente suele identificar como "un virus que anda por ahí". Vienen de improviso y se van sin despedirse. Tengan cuidado: las enfermedades misteriosas lo andan buscando para acabar con los planes que tienen para el fin de semana.
18.8.08
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1 comentario:
Salvador espero que sigas mejor! Esos virus a veces simplemente son un recordatorio que necesitamos descansar pa agarrar de nuevo aire.
Saludos
L.
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