31.7.08
Al sur de la frontera, al oeste del sol
En las novelas de Haruki Murakami es posible encontrar algunos elementos comunes: el desconcierto de vivir una existencia vacía, sin la energía que permita sostener la marcha. Puede que las condiciones económicas estén resueltas, pero la insatisfacción, el indefinible deseo por algo o alguien que nos complemente, nos hace navegar a la deriva.
Al sur de la frontera, al oeste del sol es una novela de fácil lectura, pero que encierra esa dosis de angustia que el autor añade a sus escritos. Hajime creció en un hogar sin hermanos, de ahí que esa carencia que padeció durante años tal vez debió su origen a la falta de amor fraternal. Cuando entraba en la adolescencia conoció a una niña coja, llamada Shimamoto. Compartían la condición de ser hijos únicos, pero nunca declararon su amor. La imagen idealizada del otro los acompañó hasta la edad adulta.
Los caminos de Shimamoto y Hajime se separaron. Éste obtuvo un trabajo tedioso, donde se desempeñaba de manera discreta. A los treinta años conoció a Yukiko, una muchacha adinerada con la que se casó. Gracias al dinero de su suegro estableció un par de bares, con los que sostenía a su familia y les daba grandes comodidades. Pero siempre faltaba ese ingrediente adicional, eso que hiciera que su vida fuera excepcional.
Gracias a un artículo de una revista recobró el contacto con varios amigos de antaño. Una de estas personas fue Shimamoto. Se presentó en uno de los bares sin previo aviso, y mantuvo en secreto todo detalle de su vida. Hajime comprobó que seguía enamorado de ella, aunque ya habían pasado veinticinco años desde que la vio por última vez.
Cada visita de Shimamoto se envolvía de misterio. Confesó que nunca había trabajado en su vida, y a pesar de ello vestía ropas finas y gastaba mucho dinero. Se había operado la pierna, por lo que dejó de cojear. En ocasiones anunciaba que no podría regresar durante algunas semanas. El humor de Hajime se volvía sombrío a causa de estas ausencias.
Hajime debía decidir si permanecía con su familia, o si por el contrario dejaba todo atrás y se marchaba con una mujer de la que apenas conocía algunos trazos. Esta disyuntiva lo ahogaba, pues por un lado estaba la seguridad del hogar y por el otro la energía y el entusiasmo que siempre había echado de menos. Ninguno de los caminos parecía tener sentido.
Con una prosa sencilla, aunque no exenta de sutilezas, Murakami construye un episodio angustiante, un problema llevado a su extremo. El protagonista es un ser acongojado, desbordado por sus propias falencias. Imposible juzgarlo como héroe o villano, pues acaso nos veamos identificados en las contradicciones que lo acosan.
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