Hace un par de años comencé a buscar los libros de Kazuo Ishiguro. Como apunté en esta nota, es un escritor nacido en Nagasaki (Japón), pero que emigró a Inglaterra con su familia a los seis años de edad. Ha obtenido numerosos premios a lo largo de su carrera.
Cuando éramos huérfanos es un libro que se sale de la tónica de los que había leído de Ishiguro. Sin llegar a ser una novela negra adquiere ciertos elementos de ella. Encontramos a Christopher Banks, un ciudadano inglés nacido en Shangai (China), cuando existía ahí un asentamiento con personas de distintas nacionalidades. La tragedia se cierne sobre su familia, primero con la desaparición misteriosa de su padre, y un mes después de su madre. El chico Banks es enviado a Inglaterra a casa de una tía.
Desde que Banks era un adolescente tenía muy claro cuál era la profesión que deseaba: detective. Poco a poco ganó una buena reputación como investigador de crímenes. Cuando tuvo la solvencia económica y la reputación necesaria, decidió que había llegado el momento de embarcarse en su misión más importante: descubrir el paradero de sus padres.
Cuando Banks regresó a Shangai se encontró con una situación desesperada. Los japoneses estaban a punto de conquistar la ciudad. Eran los años previos al inicio de la segunda guerra mundial. Banks debía luchar en un mundo que estaba a punto de derrumbarse. El rastro de sus padres era apenas una delgada línea que se retorcía entre las calles atiborradas de su ciudad natal.
Una mujer a la que Banks conocía desde algunos años antes, y que volvió a comunicarse con él en Shangai, le propuso que se marcharan y dejaran todo atrás. El detective se vio ante un dilema: por un lado estaba la posibilidad de una vida tranquila y disipada con Sarah Hemmings. Pero por otra parte, una nueva pista salía a la luz, y podría acaso ayudarle a resolver el misterio que le desafiaba.
Cuando éramos huérfanos es un libro que se sale de la tónica de los que había leído de Ishiguro. Sin llegar a ser una novela negra adquiere ciertos elementos de ella. Encontramos a Christopher Banks, un ciudadano inglés nacido en Shangai (China), cuando existía ahí un asentamiento con personas de distintas nacionalidades. La tragedia se cierne sobre su familia, primero con la desaparición misteriosa de su padre, y un mes después de su madre. El chico Banks es enviado a Inglaterra a casa de una tía.
Desde que Banks era un adolescente tenía muy claro cuál era la profesión que deseaba: detective. Poco a poco ganó una buena reputación como investigador de crímenes. Cuando tuvo la solvencia económica y la reputación necesaria, decidió que había llegado el momento de embarcarse en su misión más importante: descubrir el paradero de sus padres.
Cuando Banks regresó a Shangai se encontró con una situación desesperada. Los japoneses estaban a punto de conquistar la ciudad. Eran los años previos al inicio de la segunda guerra mundial. Banks debía luchar en un mundo que estaba a punto de derrumbarse. El rastro de sus padres era apenas una delgada línea que se retorcía entre las calles atiborradas de su ciudad natal.
Una mujer a la que Banks conocía desde algunos años antes, y que volvió a comunicarse con él en Shangai, le propuso que se marcharan y dejaran todo atrás. El detective se vio ante un dilema: por un lado estaba la posibilidad de una vida tranquila y disipada con Sarah Hemmings. Pero por otra parte, una nueva pista salía a la luz, y podría acaso ayudarle a resolver el misterio que le desafiaba.
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