25.5.07

Una larga siesta

Ayer por la tarde leía en mi casa, y al igual que lo he hecho en muchas ocasiones, lo hacía en mi cama. Pasaban unos minutos después de las cinco. No había leído mucho cuando me dio sueño.

Dejé el libro a un costado y cerré los ojos. En mi mente cándida e ilusa calculé que sólo iba a dormir quince o veinte minutos. Con esa pequeña siesta descansaría lo suficiente para ir por la noche a la inauguración de una exposición del Museo de la ciudad de Santa Tecla. Sin embargo, no activé la alarma del despertador.

Gravísimo error.

No desperté sino hasta las ocho y media de la noche, cuando escuché el teléfono. Contesté medio zombie. Por suerte que la llamada no duró más que un minuto. Cuando colgué sentí que me rugía el estómago, pues ya me había pasado bastante de la hora a la que acostumbro cenar.

Por supuesto que me perdí la inauguración del museo. A esa hora solo podría llegar a saludar al vigilante. Ni modo, iré otro día. Pero lo peor de la noche fue que tardé mucho tiempo en volver a dormir. Seguí leyendo hasta después de la medianoche, y luego di varias vueltas en la cama. No tenía sueño, ni deseos de continuar la lectura.

En noches como esta prefiero no consultar la hora, pues me pongo más tenso. Creo que al fin dormí como a las dos de la mañana. Desperté antes de las cinco y media, que es la hora a la que suelo hacerlo en los días de trabajo. Los fines de semana despierto a las... ¡ups! A la misma hora.

Para los que suelen padecer de insomnio, les dejo aquí un enlace relacionado al tema. Tal vez no les diga nada nuevo, pero al menos se pueden entretener cuando no tengan sueño y se levanten a encender la computadora.

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