22.12.05

Volcán de Agua



Cuando viví en Guatemala y asistí al colegio, uno de los textos de historia mencionaba que uno de los asentamientos de la capital había sido destruido por una correntada de piedras y lodo que había bajado del Volcán de Agua en 1541. En el desastre murió doña Beatriz de la Cueva, viuda del Adelantado Don Pedro de Alvarado, conquistador del país.

Fue hasta la visita que hice el fin de semana a Antigua que comprendí cómo había sido posible. Siempre había pensado que esta ciudad está demasiado lejos de la base del volcán para ser azotada por una correntada de este tipo -los vulcanólogos las llaman lahares-. Pero, al entrar por la ruta del sur me di cuenta de mi error: el asentamiento que fue arrasado estuvo ubicado cerca de Ciudad Vieja, una población más cercana al coloso. Al atravesar sus calles distinguí un camino que sube hacia las faldas del cono. Desde ahí debe de ser posible escalarlo.

Hablando de doña Beatriz de la Cueva, hace mucho tiempo participé en una obra de teatro llamada Los juegos históricos. En una de las primeras escenas un heraldo llega a la casa de doña Beatriz para avisarle de la muerte del Adelantado. Una compañera personificó al mensajero, y se vistió por completo de negro, con un florete a la cintura y una capa a la espalda. Desde entonces, cada vez que recuerdo el nombre de la famosa viuda, lo asocio al poema Los heraldos negros, de Vallejo.

Según he investigado, el Volcán de Agua recibió este nombre como recuerdo por la correntada de 1541 que destruyó el asentamiento. Los indígenas lo conocían con el nombre de Hunapú.

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