23.8.05

Encuentro con un amigo de la infancia

Ayer por la tarde, luego de salir de la oficina, fui a un centro comercial y me encontré con un amigo a quien tenía varios meses de no ver. Para mí siempre ha sido y será Jimmy, el vecino que vivía en el cuarto piso del edificio M de la colonia IVU. Al verlo se me vino encima toda una avalancha de recuerdos.

El primero, y más fuerte, el perro que él tenía en esos años de la infancia. Se llamaba Juguete. Era aguacaterrier, es decir, callejero. Blanco, de tamaño mediano, y al principio mudo. Luego de un par de años, como por arte de magia, aprendió a ladrar. Luego ya no aguantábamos la bulla que levantaba. Era muy fácil encontrar a Jimmy o a sus hermanos en los juegos de escondelero porque Juguete los delataba.

Otro recuerdo, y muy querido, es el de la tropa de niños que se juntaba detrás de nuestro edificio para jugar fútbol, escondelero, mica envenenada o ladrón librado. En esa época había suficientes niños para armar varios juegos al mismo tiempo, y si uno se enojaba con su grupo se marchaba al otro sin mayor reparo. Me sorprende aún que de tantos muchachos ahora sólo haya un grupo reducido en ese lugar. La población de la colonia ha envejecido.

Claro, también hablamos de lo cara que está la vida. Cuando éramos adolescentes nos daban un colón diario para gastar. Jimmy me dijo que ahora les da un dólar diario a sus hijos, y que a veces le piden refuerzo. Y otro tema obligado fue el de los amigos que se fueron por el mal camino, uno que murió baleado en una riña, otros que terminaron en la cárcel y uno más que murió de sobredosis.

Jimmy me contó que había visto la foto de bodas de mi hermano en el periódico, y que él lo recordaba con la cara de niño tímido que salía a jugar fútbol todo el día durante las vacaciones. A mí me pasa lo mismo con los amigos de esa época: cuando los veo en la calle recuerdo hasta el tono de voz que tenían, y me sorprende verlos casados, con hijos y con un vozarrón que no se corresponde con la imagen de muchachito que yo tenía guardada en mi cabeza. Ahora que mi generación está por completo integrada a la vida económica del país, me sorprende mucho que de una edad que yo considero triste guarde memorias tan agradables. Puede que a todos nos suceda lo mismo. Por más difícil que creamos haya sido nuestra infancia, siempre habrá momentos gratos para recordar.

Así como le habría sucedido a nuestros padres, Jimmy y yo nos lamentamos por la difícil época que le toca vivir a la nueva generación. Al despedirnos olvidé pedirle su teléfono, pero es que yo sé que si necesito comunicarme con él, puedo preguntárselo a su mamá. Ella y mi mamá siguen siendo vecinas.

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