Anoche asistí al Teatro Presidente a una función de la Orquesta Sinfónica Juvenil. Lo que más me llamaba la atención del concierto fue la suite sinfónica Carmen, de Georges Bizet. Pero fue una agradable sorpresa escuchar el Carnaval de los animales, de Camille Saint-Säens. Hubo intervenciones de varios muchachos liderando con sus instrumentos a la Orquesta en los distintos movimientos, además del dúo de pianistas guatemaltecas, Consuelo Medinilla y Julia Solares, que actuaron como solistas.
Es maravilloso que en un país donde el esfuerzo cultural sostenido es la excepción, la Orqueta Sinfónica Juvenil cuente ya con muchos años de actividad ininterrumpida. A todos nos encantaría que algunos de los jóvenes que la conforman se vuelvan compositores, o integrantes de agrupaciones más importantes cuando lleguen a la madurez. Ojalá que esta iniciativa logre en un mediano plazo que la cultura musical de la Tierra de collares se vea fortalecida.
Cuando la Orquesta interpretó Carmen yo estaba ansioso por escuchar tres movimientos en especial: la Canción del torero, la Habanera y los Toreadores. Se encuentran entre los más conocidos de la música académica. Hay una versión de la Ópera en el cine, interpretada por Plácido Domingo, que es bastante buena.
Aunque la tecnología de audio ha mejorado mucho en los últimos años, y es posible escuchar en casa un concierto o una sinfonía con aparatos de gran calidad, las presentaciones en vivo siempre tienen esa energía adicional que nos mantiene pegados a los asientos, no importa el género musical que nos agrade.
24.8.05
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