7.10.09

Niños del domingo


Casi siempre que entro a una librería "a matar el tiempo" sucede que encuentro un libro que me coquetea con descaro. Así ocurrió cuando descubrí Niños del domingo, un maravilloso texto de Ingmar Bergman, el fallecido director sueco de cine. Desde las primeras páginas me convenció para que lo comprara.

Esta novela, basada en algunos episodios de la vida del propio Bergman, transcurre en su mayoría durante un fin de semana. El pequeño Pu (que no es otro que el narrador, pero que en este caso utiliza la tercera persona) pasa el verano con su madre, su hermano y algunas personas más. El padre es un pastor que se reúne con la familia cada ciertos días.

El pequeño Pu observa el mundo de sus mayores con asombro y temor. Descubre la tensa relación entre sus padres y la hostilidad entre su padre y su abuela materna. Dag, el hermano mayor de Pu, no pierde oportunidad para martirizar al chiquillo. La casa de verano, situada a pocos kilómetros de aquélla en la que la madre se crió, es recordada con gran detalle por el narrador. Es ahí donde se desarrolla el pequeño drama del fin de semana.

Cerca del final del libro, el narrador nos transporta muchos años en el futuro para encontrar al anciano padre, viudo, al cuidado de una mujer que perteneció a su feligresía. El narrador es también un hombre mayor, que arrastra el resentimiento de toda una vida hacia el padre. Le resulta muy difícil hablar con él, en especial cuando el tema de conversación es el pasado.

Terminé de leer este libro una madrugada en la que no podía dormir. Me levanté temprano y recorrí en el más absoluto silencio las últimas páginas. Cuando llegué al final estaba muy triste. Este libro es después de todo un recuento de anécdotas, escritas por un anciano que mira con la nostalgia de quien nos entrega sus tesoros más preciados.

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