18.2.08

Pálida luz en las colinas

Cuando encontré este libro no necesité hojearlo a fondo para decidirme a comprarlo. Sabía que una novela de Kazuo Ishiguro publicada por Anagrama tenía que ser buena. Y no me equivoqué. Es un texto encantador, muy delicado, como si estuviera escrito sobre papel vegetal.

Pálida luz en las colinas es uno de esos libros en los que parece no ocurrir gran cosa, pero que deben leerse para descubrir el drama que subyace en el texto. No es por lo que dice, sino por lo que deja de decir. Son esos espacios en blanco que el lector rellena, con asombro y tristeza, los que hacen de ésta una magnífica novela.

Keiko, la hija mayor de Etsuko, se ha suicidado en Manchester. Niki, la hija menor, llega a casa de su madre para acompañarla durante algunos días. Pero Etsuko no utiliza ese período para recordar la tragedia, sino que vuelve en su mente a la época en la que vivía en Nagasaki, algunos años después de la Bomba. En ese entonces conoce a Sachiko, una mujer que lleva una vida apartada, extraña, junto a su hija Mariko.

Etsuko está embarazada de Keiko cuando conoce a Sachiko. Ambas mujeres se encuentran en un momento crucial de sus vidas. Tal vez por esa razón es que se llevan muy bien y logran intimar. Mariko, por el contrario, es una niña hermética, que no permite la menor intrusión en su existencia.

A través de la distancia que sólo concede el tiempo, Etsuko rememora la vida prendida con alfileres que Sachiko decidió seguir. Tal vez no sea la clave para conocer su propio futuro, sino para comprender lo frágil que es el paso por el mundo, la escasez de segundos que nuestros cuerpos tienen permitido existir.

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