18.1.08

Muere el legendario ajedrecista Bobby Fischer


Muchos lo consideran el mejor ajedrecista de la historia. Uno de sus más fervientes admiradores es el ex campeón del mundo Garry Kasparov. Muchos otros creen que se trata del héroe más trágico en el reino de las 64 casillas.

Bobby Fischer falleció en Islandia, el país que sirvió de sede en 1972 al famoso Match del siglo, el campeonato del mundo en el que destronó al soviético Boris Spassky. Nadie imaginaba que su meteórica carrera había llegado a su fin. Sólo volvió a jugar una vez más en público, en otro match contra Spassky en la antigua Yugoslavia, en 1992. Este encuentro le valió la persecución del gobierno de Estados Unidos, quien lo acusó de contravenir el embargo que pesaba contra aquel país.

Fischer adquirió fama mundial en 1956, cuando tenía 13 años. En el campeonato de los Estados Unidos, con piezas negras, derrotó al maestro Donald Byrne. Continuó su camino ascendente y, un año después, invitado al mismo torneo, se convirtió en el campeón absoluto más joven en la historia de los Estados Unidos. Esta marca permanece imbatida.

En 1958, cuando tenía 15 años, participó en el torneo interzonal de Portoroz (entonces en Yugoslavia). Al finalizar empatado en la quinta posición, logró clasificarse al torneo de candidatos por el título mundial, y obtuvo también el título de gran maestro. En esa época se convirtió en el gran maestro más joven de la historia, aunque ahora esa marca ha sido superada por varios ajedrecistas.

Su temperamento provocó numerosos encontronazos con la federación internacional de ajedrez. También le causó muchos dolores de cabeza a la federación soviética. Publicó artículos en los periódicos, en donde denunciaba a la URSS por manipular el sistema del campeonato del mundo. Finalmente, en 1972, obtuvo el derecho a optar por el título.

El match con Spassky será recordado como uno de los más accidentados en la historia del ajedrez. Fischer perdió la primera partida, y también la segunda pero por incomparescencia. Protestó por la excesiva cercanía de unas cámaras de televisión. La tercera partida se jugó en una habitación cerrada, fuera del alcance del público y las cámaras. Ahí derrotó a Spassky y comenzó la remontada. Dieciocho partidas después, el mundo tenía un nuevo campeón mundial.

Luego desapareció. En 1975, cuando debía defender su título contra Karpov, presentó unas condiciones inaceptables para la federación internacional, que lo despojó del título. Comenzó entonces su historia trágica, su vida en el anonimato, la aparición de la paranoia. En los últimos años hizo varias declaraciones antisemitas, y fustigó al gobierno de su país. Incluso renunció a su ciudadanía. En 2004 fue detenido en Tokio por utilizar un pasaporte vencido. Estuvo en prisión durante meses, reclamado por los Estados Unidos. Debido a la presión internacional, el gobierno japonés lo liberó en 2005.

El gobierno de Islandia recibió a Fischer y le otorgó la ciudadanía. Sin embargo, su salud se deterioró con rapidez. Se hizo pública la noticia de sus padecimientos mentales. Es curioso que falleciera a los 64 años. Vivió la misma cantidad de años como casillas tiene un tablero de ajedrez.

Será la posteridad quien lo pondrá en el lugar que merece. Nos deja sus brillantes victorias y una carrera impresionante, aunque muy corta. El mundo del ajedrez no fue el mismo luego de su aparición. Esperemos que ahora por fin haya encontrado la paz.

2 comentarios:

Aldebarán dijo...

Cuando supe de la noticia, pasé por acá pues estaba seguro que tocarías el tema. Poco me queda por decir que tú no hayas contado, quizá sólo comentar que a veces esperamos que los grandes jugadores de ajedrez se comporten de manera brillante en todos los aspectos y durante toda su vida. Quizá por eso nos da tristeza y nos conmueven las declaraciones antisemitas y los desplantes de Fischer a la federación internacional.

La Historia (y una buena biografía) nos dirá la realidad de un persona que alcanzó la cima de la gloria y, quizá, la sima de la locura.

Unknown dijo...

Es que nos olvidamos que los héroes, pese a todo, son sólo humanos. Comparten nuestras carencias y arrebatos.