18.10.07

Un fragmento del libro "Aníbal"


El fragmento de la novela de Gisbert Haefs que comparto con ustedes se refiere al momento en que, de manera sorpresiva, Aníbal penetra en Italia a través de los Alpes y comienza su campaña contra las legiones romanas. Es una carta que Sosilos, el cronista de Aníbal, envía a un amigo:

"Ya debes de haber oído lo que no se puede describir. Hemos realizado un milagro, es decir, no nosotros, sino él, el príncipe de todos los estrategas, desafiador de los dioses, terror de Roma, asombro del cosmos, maestro de las armas, domador de las fieras, señor y protector de los hombres, vencedor de la Moira, Aníbal. Las pérdidas han sido terribles; el agotamiento, insoportable; los tormentos, indecibles; pero el futuro ha cambiado. Aníbal ha apoyado a los tambaleantes, ha levantado a los caídos, ha dado valor a los vacilantes y fuerza a los débiles. Cuando ya no podíamos arrastrarnos él nos hacía alargar el paso; cuando aludes y enemigos desmembraban el ejército, él volvía a unir sus partes; cuando el camino, que no era tal, se estrechaba y nos encajonaba, él hacía volar los peñascos; cuando la pétrea infinitud del hielo acumulado nos arrastraba a la desesperación, él nos llevaba a una cumbre y nos mostraba las verdes llanuras de Italia. Salimos de las montañas arrastrándonos, enfermos, andrajosos y casi locos, y estábamos rodeados de enemigos; pero Aníbal marchó al frente de los últimos hombres capaces de luchar y tomó por asalto la ciudad de los taurinos, aliados de Roma. Publio Cornelio Escipión apareció con jinetes frescos, y Aníbal condujo a la batalla a sus espíritus hambrientos montados sobre esqueletos de caballo: un ejército romano vencido en suelo itálico, el cónsul herido, retirado de la batalla por su joven hijo. Un ejército romano vencido sobre suelo itálico, oh Filino".

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