De mi diario de viaje:
Al salir por la mañana, bien equipado contra el frío, observé que mi respiración generaba bastante vapor. Caminé hasta la Piazza della Repubblica, luego al Duomo de Santa Maria dei Fiori y de ahí a la Galleria dell'Academia. Observé ahí los cuadros renacentistas y algunas esculturas. Al llegar al salón principal encontré lo que había venido a buscar, lo que todo visitante a Firenze viene a buscar: el David.
Sólo por esa obra magnífica de Miguel Ángel vale la pena la entrada al museo. Observé la cinta que corre por su espalda, la maestría con la que el cuerpo humano fue enaltecido en el mármol. Todos los huéspedes del museo estaban electrizados.
Luego de esta visita, el Uffizi. Antes tomo varias fotos en la Piazza della Signoria. En el Uffizi encuentro más de lo que hubiera soñado. El día es inenarrable: Giotto, Cimabue, Ghirlandaio, Lippi, Botticelli -¡El nacimiento de Venus! ¡La alegoría de la primavera!-, Leonardo, Miguel Ángel, Tintoretto, Tiziano, Caravaggio, Goya, Rembrandt, Durero, el Greco, Rafael, los escultores romanos, los retratos de reyes y Papas, la hermosa vista del río Arno desde la terraza.
Sólo hasta salir del museo me doy cuenta que mi estómago está protestando: se me pasó el almuerzo por cuatro horas.
15.5.07
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3 comentarios:
Qué importaba que el estómago rugiera si el espíritu estaba lleno. La llenura de este es para el resto de la vida, la de aquel para el resto del día, solamente. Saludo fraterno.
No tenés idea de lo q me habría gustado estar en tu lugar, ansío ir a Florencia y ver de cerca toda esa creación hermosa del Renacimiento; es más, es de las cosas q más deseo en la vida. Qué bueno q hayas ido.
Julio: comparto tu opinión. Ya no recuerdo qué comí esa tarde, pero hasta el día que me muera veré delante de mis ojos todas esas maravillas.
Anónimo: deseo que se cumpla tu deseo de ir a la ciudad de Florencia. A lo mejor nos encontramos ahí en el futuro.
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