4.9.06

Los adioses



De un episodio sencillo de la vida o de una noticia común y corriente leída en un periódico puede surgir una novela excelente. No necesita ser de gran extensión para calar profundo en nuestro espíritu. Bastan un poco más de cien páginas, como en el caso de Los adioses.

Esta poderosa novela, del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, es una muestra de que no es necesario crear un texto literario de gran extensión para que sobreviva a su época. Y Onetti lo logra con una historia sencilla: un hombre misterioso, callado, enfermo, llega a tratarse a un pueblo en la sierra donde existe un hospital para tuberculosos. Se hospeda en un hotel en lugar de internarse. No intercambia confidencias con nadie, rechaza la compañía de sus compañeros de infortunio.

La historia es narrada en primera persona por el dueño de un almacén, que a la vez ha sobrevivido a la tuberculosis. Este hombre, al igual que el resto del pueblo, es testigo de cómo el hombre misterioso recibe en distintos momentos la visita de dos mujeres, una mayor y la otra muy joven. Esto despierta la ira de la población.

El dueño del almacén se encarga de entregar al enfermo las cartas que le envían las mujeres. Una rotula los sobres a máquina, la otra los prepara a mano. En una ocasión olvida entregarle dos de los sobres, con los que al final de la novela se descubre gran parte del misterio que rodea a este triángulo.

Esta novela, escrita casi a la mitad de la vida de Onetti, era una de sus favoritas. Encontramos en ella la riqueza de estilo que lo caracteriza, esa prosa hipnótica que nos mantiene pegados a sus libros. Un agradable descubrimiento en la recién finalizada feria de libro de San Salvador.

3 comentarios:

Clavel Rangel dijo...

Onetti es divino..

Unknown dijo...

Cuando se habla de escritores uruguayos en muchas ocasiones los nombres que se mencionan son Mario Benedetti y Eduardo Galeano. En mi caso, cuando escucho Uruguay evoco los nombres de Felisberto Hernández y Juan Carlos Onetti.

Anónimo dijo...

Gracias por tu recomendación, Arbolario. Lo leeré. Uruguay también nos ha dado al esencial y trágico Horacio Quiroga.

Saludos.