Las tortugas pueden volar

Una película poderosa. Ambientada en la frontera entre Irak y Turquía, en los días previos al ataque estadounidense contra el régimen de Saddam Hussein, narra las aventuras de un grupo de muchachos que viven en un campo de refugiados kurdos. Las tortugas pueden volar muestra una cara poco conocido sobre este conflicto.

Como es sabido, los kurdos sufrieron muchos ataques y humillaciones por parte de las milicias del partido Baaz que lideraba Hussein. En este contexto, un muchacho al que todos llaman Satélite (porque se encarga de instalar antenas para captar las señales de televisión vía satélite), dirige un grupo de niños de la aldea kurda donde está refugiado. Este grupo consigue sus ingresos de una manera muy peligrosa: recolectando minas terrestres.

A la aldea llega una joven llamada Agrin junto con su hermano, Hengov. Éste ha perdido ambos brazos a causa de una mina. Los jóvenes cuidan de un pequeño niño.

Los hermanos son los únicos que saben que el chiquillo es hijo de Agrin, quien fue violada por varios soldados del régimen de Hussein. Es por ello que la joven no ama a su hijo.

Hengov posee la capacidad de predecir el futuro. Satélite, quien al principio rivalizaba con Hengov, descubre esta habilidad y finalmente simpatiza con él. Pero Satélite se ha enamorado de Agrin, y con mucha ingenuidad intenta ganarse su afecto. Sin embargo, la muchacha se muestra siempre triste y distante.

Una de las obsesiones de la aldea es saber cuándo comenzará la invasión estadounidense. Por eso los kurdos escudriñan con sus antenas en busca de una señal de radio o televisión que les ayude a descubrirlo. Es por ello que la habilidad de Hengov es tan apreciada por Satélite.

Narrada con gran agilidad, esta historia no deja indiferente al espectador. Muestra las profundas diferencias que existen entre los distintos grupos religiosos iraquíes, algo que por desgracia sigue ocurriendo hasta el día de hoy, y que está a punto de ocasionar una lamentable guerra civil.