2.6.06

Copa Mundial de la FIFA 2006


Y bien, por fin la larga espera ha terminado. Después de cuatro años está por comenzar el Campeonato Mundial de Fútbol. Todos los amantes de este deporte y que deben trabajar de ocho a cinco están maquinando excusas para faltar algunos días, o se están ideando la manera de instalar televisores de contrabando debajo del escritorio.

Aunque ya tenía seis años para el mundial de Alemania 1974, los recuerdos que tengo de esa época se reducen a las repeticiones de algunos goles. Los pasaban entre programa y programa. No tengo memoria de estar sentado frente al televisor observando un juego completo. Fue hasta Argentina 1978 cuando disfruté por primera vez de la fiebre que afecta al planeta cada cuatro años.

El mundial de España 1982 tenía un aliciente especial: la Tierra de collares se había clasificado con bastante suerte y mucho coraje. Pero todas las ilusiones se vinieron abajo cuando en el primer partido los húngaros nos metieron la mayor goleada de la historia de los campeonatos: 10 a 1. No me eché a llorar porque apreté los dientes con todas mis fuerzas.

Entré a la universidad en 1986, año del mundial en México. Cuando egresé en 1990 pude ver casi todos los partidos del mundial de Italia, porque luego de terminar mi último ciclo de estudios comencé el proceso de graduación hasta septiembre. ¡Qué buena vida llevaba como mantenido! Por cierto, una de las bromas de mi grupo de amigos de la universidad era la de molestar a los compañeros que se habían atrasado un par de años: les decíamos que no podían permitir que llegara otro mundial y estuvieran todavía con algunas materias pendientes.

El mundial de Estados Unidos 1994 me encontró de nuevo en la universidad, pues entré a estudiar otra carrera. La semifinal de Brasil contra Suecia (que ganaron los primeros por 1 a 0) nos encontró con una materia muy difícil, en la que contaba mucho la asistencia. Uno de nuestros compañeros pasó toda la clase con el audífono pegado a la oreja, e interrumpió al profesor para anunciar el gol de cabeza de Romario.

Francia 1998 fue un campeonato que no me gustó mucho. Hubo pocos partidos de calidad, y por primera y única vez en mi vida observé solo la final. Qué bueno, porque me llevé una gran decepción con ese 3 a 0 que los franceses le recetaron a los brasileños. La mañana de ese domingo me invitaron a ir a la playa, y rehusé porque no quería perderme el partido. ¡Mejor me hubiera ido a pasear!

Para el mundial Corea-Japón 2002 puse en marcha un mecanismo de sueño especial: me dormía a las ocho de la noche y despertaba a las tres de la mañana para ver el partido de esa hora. Luego veía sesenta minutos del juego que comenzaba a las cinco de la mañana. Me marchaba al trabajo y buscaba en Internet el resultado final. Si el partido de las tres no me llamaba la atención, igual dormía desde las ocho y me despertaba a medianoche para ver el juego de esa hora. Luego dormía de dos a cinco, listo para el último partido de la jornada.

Y ahora sólo falta una semana para el mundial de Alemania 2006. Empiezan las elucubraciones sobre qué equipos llegarán a las finales, qué jugadores destacarán, a quién atraparán con el control antidopaje, cuál país será la decepción, etc. Para la final, una de cada tres personas sobre el planeta estará frente al televisor observando el juego entre los dos equipos que llegarán a buscar el más alto honor: levantar la copa que los acredite como el mejor equipo del mundo.

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