Tomo la idea para esta nota del blog de Jacinta Escudos, quien hace unos días opinó sobre el tema. Hace mucho tiempo que inició el debate sobre el libro electrónico: ¿llegará algún día a desplazar al libro impreso?
Tenía deseos de escribir acerca de este problema por una razón: creo que tal discusión es estéril. ¿Qué importa si al final el libro electrónico se impone? La idea llamada Libro sobrevivirá, y es improbable que alguna vez nos abandone. Por otra parte, no creo que el formato electrónico desplace al impreso. No lo hará, al menos, en las próximas décadas.
Aventurándome a fallar como profeta me atrevo a decir que, tal y como ocurre ahora, ambos formatos están destinados a complementarse. Esta semana terminé la relectura de un libro que disfruté por primera vez en la pantalla de la computadora. En esta ocasión he sostenido el objeto entre mis manos, y he descubierto muchos detalles que había pasado por alto en la primera visita.
He gozado con ambas lecturas. La primera con el asombro de las ideas recién descubiertas, las imágenes poderosas que provocaron distintas reacciones en mi mente. La segunda ha sido más reposada, pero igual me causó una fuerte impresión cuando encontré los pasajes más notables, los diálogos más significativos. Las dos lecturas se sumaron dentro de mi cabeza.
Hace unos días un amigo me mostró un nuevo soporte para el libro electrónico: el gameboy. Resulta que su hijo mayor tiene uno de estos aparatitos para juegos, y que alguien se inventó una manera de cargar archivos de texto a través de un dispositivo regrabable que de ordinario se utiliza para colocar juegos en su memoria. Así que, si el usuario desea, puede leer su novela favorita en ese chimbimbe que hasta hoy era del dominio de los niños y adolescentes.
Veo una ventaja en el libro electrónico: permite acercarnos a textos difíciles de encontrar, ya sea porque no son reeditados con frecuencia o porque su distribución es muy limitada. Respetando los derechos de autor, por supuesto, tenemos la oportunidad de leer libros que antes sólo estaban al alcance de unos pocos. Fue el caso de La historia de mi vida, de George Sand. Jamás he encontrado este título en el formato impreso, y la versión electrónica me permitió conocer la vida y pensamiento de una de las escritoras más recordadas de la historia literaria.
28.2.06
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1 comentario:
Un tanto estéril la discusión, sí, aunque de entrada me inclino por el libro impreso -su olor, su textura, su diseño, la posibilidad de subrayar y hacer anotaciones al margen, su versatilidad para abrirlo en cualquier momento; todo esto es incomparable con una pantalla de computadora-, no obstante ciertas ventajas del ciberespacio, como la que anotas de George Sand.
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