La academia sueca tiene la habilidad de sorprender al mundo casi todos los años cuando designa al ganador del Premio Nobel de Literatura. Suele entregarlo a escritores que sólo son conocidos por un pequeño grupo, o que tienen fama en una reducida parte del mundo. Este año nos han sorprendido de nuevo, pero por otras razones.
Este año el ganador del Nobel es el peruano Mario Vargas Llosa, quien confesó esta mañana que se había olvidado que el premio se otorga por estas fechas. Durante muchos años su nombre estaba entre los candidatos más probables, pero siempre era olvidado. Ahora, cuando se mencionaba que el galardón iría probablemente a un poeta, saltó la sorpresa.
Reviso en mi blog y encuentro estas notas sobre dos de sus libros: El viaje a la ficción y La guerra del fin del mundo. Dos textos magníficos, que se unen a otros que aprecio mucho: Los cachorros, La ciudad y los perros, Conversación en la catedral y Pantaleón y las visitadoras. Son títulos ya inolvidables dentro de la literatura latinoamericana.
He leído algunos comentarios de personas que se mostraban indiferentes por el premio a Vargas Llosa sólo porque no comparten sus ideas políticas. No creo que éste sea un parámetro importante a la hora de valorar a un escritor. Es la obra la que importa, la palabra que forma el libro. Podremos coincidir o no con su posición política, pero no puede negarse que se trata de uno de los escritores más importantes de Latinoamérica en el siglo XX. Es un reconocimiento a nuestro continente, a nuestra lengua común.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)