18.7.06

Assisi



De mi diario de viaje. 22 de diciembre de 2003:

Me levanto muy temprano para tomar el tren a Assisi. ¿Cómo es que los nombres de las ciudades y personas se transforman tanto de un idioma a otro? ¿Cómo es que Assisi se convirtió en Asís en el idioma español? La jornada en tren será larga, pero no tanto como cuando vaya a Venecia, Treviso o Milán.

Las ciudades por las que para el tren son variadas. Me ha dicho una mujer belga que Arezzo es una maravilla, que tome un tiempo para verla. Terontola se ve pequeña, apenas si logro recordar su nombre. Perugia, en cambio, es enorme. Me han dicho que es una ciudad universitaria, como Firenze. Antes, he dejado atrás el lago Trasimeno. En sus orillas Aníbal consiguió una de sus victorias más importantes contra las legiones romanas.

Assisi se ve de lejos desde el tren. Está en la ladera de una montaña, agarrada por las uñas, mostrando su espalda de techos y calles sinuosas. La parte nueva queda detrás de la estación. Como no veo ningún medio de transporte a la montaña imagino que soy un peregrino y camino hacia la basílica.

Tal y como imaginaba, la distancia es una ilusión óptica. En menos de media hora, aunque un poco fatigado, llego a la ciudad vieja. He caminado por primera vez en sus calles estrechas y serpenteantes, sobre el concreto resbaladizo a causa del rocío.

La basílica de San Francisco es un monumento vivo. De estilo gótico, en el interior guarda una de las más impresionantes colecciones de frescos de Cimabue y de su alumno predilecto: Giotto. Uno se siente muy pequeño al observar la majestuosidad del arte religioso, el silencio imperante que invita a la meditación, y la luz atenuada por los vitrales que guía el ir y venir de los frailes y monjas que no cesan de caminar en los pasillos.

La tumba de San Francisco es también un espacio silencioso y, sin embargo, acogedor. los monjes se arrodillan frente a la tumba, y los laicos cierran los ojos para ayudarse en la meditación. Junto al santo, varios de sus discípulos están ahí enterrados, en nichos circundantes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que hermosa ilusión de escalinata me dieron las franjas del piso. En efecto, el arte religioso es magestuoso.
Como siempre Salvador ¡qué envidia, pero de la buena! ;-)