16.4.06

Islas de Uros, en el lago Titicaca

A las siete de la mañana nos embarcamos desde el puerto de la ciudad de Puno. El día estaba nublado y hacía mucho frío. Una comunidad variopinta de turistas estaba reunida. Personas de República Checa, Colombia, Luxemburgo, Inglaterra, Francia, Canadá, Perú y la Tierra de collares.

El barco cruzó un canal en el agua, que parte en dos los bancos de Totora. Ésta es una planta acuática, en forma de caña, que crece cerca de las orillas del Titicaca. Nuestro primer destino fue una de las islas artificiales de Uros. Los aborígenes, de habla aymara, construyen las islas con la Totora.

Poner pie en la isla fue una experiencia distinta a todas las que había tenido en este viaje. Era como caminar sobre un montón de paja apelmazada. Los aborígenes hacen un mantenimiento constante de la capa de Totora que cubre la isla, pues por el constante pisoteo se vuelve polvo. Yo me aproximé mucho a una de las orillas y el zapato se hundió en el agua.

La capa de Totora es de unos tres metros de espesor. Las islas están atadas a unos postes hechos con troncos de eucalipto para que no deriven demasiado, pues no alcanzan a tocar el fondo del lago. En una de las chozas, donde todos los miembros del tour nos reunimos, comimos la raíz de la Totora, que es rica en yodo y ayuda a combatir el bocio, que es una enfermedad que ataca a las personas que viven en este lugar. Para mí sabor es simple, quizá porque no estoy acostumbrada a ella.

Me llevo de recuerdo la alegría con la que viven los aborígenes, pese a que no tienen muchas pertenencias. Son personas muy amigables, que han formado una de las sociedades más singulares en el mundo.

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