Revisando la nota que escribí anoche me di cuenta que dije algo tonto: que el temblor fue bastante sorpresivo. Salvo raras excepciones, los sismos son siempre sorpresivos. Creo que lo que deseaba expresar era mi temor al padecer un movimiento tan fuerte a esa hora.
En efecto, la mayoría de sismos fuertes que ha experimentado la tierra de collares en los últimos años han ocurrido durante el día. Dos de los tres últimos terremotos fueron casi a mediodía, y el otro despúes de las ocho de la mañana. Quizá ha sido mejor así, no estoy seguro. Lo digo porque esto ha evitado que muchas personas murieran en sus propias casas, aplastados por ellas o por los derrumbes de las vecindades.
Espero no equivocarme, pero creo que ya padecí el sismo nocturno más fuerte que me tocaría en suerte: ocurrió el 4 de febrero de 1976, a las 3 de la madrugada, en la ciudad de Guatemala. Mi familia y yo vivíamos ahí, y nos tocó sufrir el terremoto más destructivo que ha padecido ese país en los últimos cuarenta años. Dormimos durante tres noches en el parque más cercano a nuestro edificio, primero en el carro de mi papá, y luego en unos colchones que trajimos del apartamento. Mi mamá, de la angustia, me cargó tres pisos abajo por las escaleras. Yo casi tenía ocho años, y me imagino que un peso nada despreciable.
Dos días después, cuando regresé al apartamento, descubrí que la mayoría de las paredes estaban cuarteadas. Los ladrones habían forzado la puerta y se llevaron mi reloj Bulova que tanto me gustaba. Lo más sorprendente fue que, en el marco de una ventana en la puerta que daba a la cocina, mi Topo Gigio anaranjado había resistido el sismo. Era un muñequito de plástico que solía colgarme del cuello con una cinta de zapatos. La noche del 3 de febrero lo dejé ahí como una travesura. No tengo idea de cómo evitó rodar por el suelo.
18.11.05
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3 comentarios:
Ese Topo Gigio era un muñeco pequeño, traslúcido. En su interior había burbujas atrapadas en el plástico. Espero que ahora se encuentre en el cielo de los juguetes.
Estaba fuera de la ciudad, asi que me perdí el temblor.
Pensándolo bien, el movimiento es agradable, a veces nos exponemos a zangoloteos ridículos en un juego mecánico. Además en Tierra de Collares nos acostumbramos a los temblores, tanto, que cuando sucede hacemos apuestas adivinando el grado de intensidad con muy atinadas respuestas. En sí, no es a eso que le tengor temor. Creo que hace algún tiempo, y con el respeto que me merece, mi muerte tampoco me provoca pavor. Mas bien, el pánico viene al pensar que los que amo salgan lastimados.
Respecto a Topo Gigio, yo tambien tuve uno color naranja fosforescente, de no mas de 2 pulgadas y de plástico sólido, pudo ser del mismo tipo que el tuyo Salvador, en aquella epoca era la moda tener un Gigio. Con tus dos comentarios, me transportaste en el tiempo Salvador. Saludos
Julio, gracias por los nombres de las canciones. Ya conocía a Illapu, y a los Jaivas sólo de nombre.
Illapu tendió un puente entre Chile y la Tierra de collares al musicalizar uno de los más hermosos poemas de Roque Dalton: Alta hora de la noche. Esta composición se conoce en los discos como No pronuncies mi nombre.
Antares: ¿no será que vos heredaste mi Topo Gigio? ¿Cómo habría llegado hasta aquí si no tenía pasaporte?
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