Todo comenzó dos meses atrás, cuando solicité dos libros en una librería virtual de Buenos Aires. Hice el pedido, lo confirmaron y pagué el importe más el flete. Todo bien hasta aquí. Las tribulaciones comenzaron cuando recibí un correo de la librería. Uno de los volúmenes estaba agotado, y me preguntaban qué hacer con el restante.
De inmediato escribí para cancelar el pedido, pues yo quería los dos libros y no solo uno, vaya. Tardaron un par de días en contestar, pero al final lo hicieron. Me puse a buscar en otros sitios de internet, y encontré que una librería hermana de la primera, que no cobra fletes cuando los envíos son para los Estados Unidos, tenía los ejemplares.
Felizmente, una amiga que vive en Nueva Jersey había planeado un viaje a la Tierra de collares en esa época. Me puse de acuerdo con ella y compré los libros en la segunda librería. Todo bien hasta aquí. Sin embargo, un nuevo inconveniente: se les había agotado el otro libro, el que sí tenían en la primera librería. ¡Aghhh!
Pero surgió una oportunidad: la segunda librería sugirió que comprara una edición más cara del libro que se les había agotado. Hice cuentas y noté que gastaría un par de dólares más que lo planeado originalmente. No había que pensarlo más. Que los envíen, contesté.
A estas alturas, ustedes se preguntarán: ¿por qué la primera librería no le pidió prestado un ejemplar a la segunda para cumplir con el pedido? Yo pensé lo mismo, y hasta hoy no sé por qué no lo hicieron. Pero bien, los libros ya estaban en camino. Problema resuelto.
Pero no, hubo otro problema: por alguna jugarreta del destino, mi amiga en Nueva Jersey creyó que había comprado los libros en Amazon, la famosa tienda virtual de Estados Unidos. Firmó de recibido el paquete desconocido, lo dejó por ahí... y no lo metió en su equipaje. Cuando regresó a su casa se dio cuenta del error. ¡Aghhhh!
Ella tiene pensado regresar a la Tierra de collares en diciembre, así que pensé: "bien, al menos están a salvo". Pero se encendió una luz: una persona a la que conozco estaba en Virginia. Le pregunté si mi amiga podía enviarle los libros, y si me los podría traer cuando viniera al país. Respuesta afirmativa a ambas preguntas. ¡Aleluya! Envié la dirección a mi amiga en Nueva Jersey, y todo bien.
Pero... una semana después recibí un mensaje. Mi amiga había perdido la dirección, y me urgía a que se la enviara de nuevo, pues al día siguiente salía de viaje. Esa noche le mandé un correo con la información, y le pedí que enviara el paquete con carácter de urgente, pues la persona que me haría el favor de traer los libros estaba a punto de regresar.
Como mi amiga salió de viaje no pude preguntarle si envió el paquete. Una semana después platiqué con la persona que regresó al país y me dijo que nunca recibió los libros.
¡Aghhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Como el paquete fue enviado por correo normal no había ningún número de rastreo que pudiéramos utilizar para verificar si estaba en camino o si se había perdido. Ya estaba a punto de tirar la toalla cuando, de pronto, dos buenas noticias: los libros llegaron a su destino, y la persona que me haría el favor de traerlos regresará dentro de unos días a los Estados Unidos.
¡Uffff!
Si todo sale bien -y escribo en condicional porque, como se dan cuenta, en esta aventura ha pasado de todo-, los libros vendrían a la Tierra de collares a mediados de agosto, después de haber recorrido medio mundo. ¿Será que todavía no puedo cantar victoria?
24.7.07
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4 comentarios:
Ah no, papaíto, pero tenés que contar el cuento completo: ¿qué libros son?
Son dos libros que he leído en formato electrónico, pero como me gustaron tanto, quise tenerlos en tinta y papel: La agonía y el éxtasis, de Irving Stone, y Aníbal, de Gisbert Haefs.
Hola Salvador, me impresiona tu capacidad de lectura. He leído el artículo sobre ese libro que es tan difícil de leer, y creo que voy a desafiarlo. Si es que lo consigo. Un abrazo desde Mar del Plata, Argentina. Rosana
No creo que sea muy difícil encontrarlo en Argentina. No conocí Mar del Plata y sus librerías, pero en Buenos Aires se encuentra de todo. Y también están las bibliotecas.
Un saludo.
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