Llegamos a las 11:00 a.m. del sábado. El clima estaba muy fresco y, un par de horas después, ya con las tiendas armadas, percibimos cómo el viento comenzó a azotar. Los friolentos sacamos los suéteres para guardar el calor. Los más valientes decidieron aguantar un poco más.
El clima por la tarde fue variable. No había muchas nubes, y las que vimos sobre el campamento volaban tan bajo que parecía que con sólo extender los brazos estarían a nuestro alcance. En uno de los principales miradores, cercano a la zona de campamento, tuvimos una buena vista de nuestros volcanes. El tiempo era favorable.
Luego del mirador fuimos con algunos amigos -la mitad del grupo que fue a la excursión- a un río llamado Honduritas. Queda como a 20 minutos del campamento, en una ruta cuesta abajo. Lo pesado de la visita es el regreso: 25 minutos hacia arriba. Pero el viaje vale la pena. No es muy caudaloso, pero tiene ese encanto que uno espera de un río que nace en las montañas. Tiene pequeñas cascadas, y sus aguas son en verdad cristalinas. Yo me di un chapuzón… con toda mi ropa encima. Estaba buscando una buena posición para fotografiar un estanque, y la piedra sobre la que me balanceé no estaba fija. Caí hacia atrás, en un sitio con poca profundidad. Eso salvó mi cámara digital, pues no alcanzó a sumergirse. Me di un fuerte golpe en la rodilla. Todavía se me nota el morete.
Por un momento creí que la jornada del domingo hacia la cumbre del cerro Montecristo sería incómoda. El sábado en la noche apenas soportaba el roce del pantalón en mi rodilla. Pero el domingo estaba mucho mejor. Luego de dos horas de ascenso llegamos a la cima, y a una gran sorpresa. Nunca había encontrado un clima tan benigno como en esta ocasión. Sobre la Tierra de collares no se observaban muchas nubes. Distinguimos la mayoría de las grandes cumbres de nuestro país: El Pital, Chaparrastique, Chichontepec, Guazapa, San Salvador, Ilamatepec, Cerro Verde, Izalco y Chingo. Ahí estaban también los lagos de Suchitlán y Güija. Del lado de Guatemala, sobre el manto de nubes, estaban las cumbres de Acatenango y Fuego. Del lado de Honduras había una montaña muy alta, cuyo nombre desconozco.
Permanecimos dos horas en lo alto de Montecristo. No queríamos regresar, pues el paisaje era hermoso. Espero que la próxima vez el clima esté de nuevo despejado. Obsequios como ese no se reciben todos los días.
1.2.06
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2 comentarios:
Es una bendición contar con lugares como ese, nos hace sentir tan pequeñitos y tan grandes a la vez.
Que bueno que tu camara digital se haya salvado del chapuzón y lo siento mucho por tí, yo sé lo buenas que son las caídas en los ríos, jejeje. Saludos.
Ahora ya me río de la caída, pero en ese momento me llevé un buen susto.
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