12.4.16

Borges en San Salvador

En el sueño yo caminaba cerca de la Iglesia El Calvario. Llevaba unos libros en las manos, y con ellos trataba de ocultar mi anillo de matrimonio. Me dirigía a una librería de viejo, cuando al otro lado de la calle observé a Borges que caminaba del brazo de otro hombre que le servía de guía.
El otro hombre, lo supe de inmediato, era un periodista mexicano. Él y Borges entraron a una barbería. Los seguí, y al entrar descubrí que se habían sentado al final de la habitación, en espera de su turno para que alguno de ellos se pusiera en manos del peluquero. Me senté muy cerca del periodista y escuché que éste, grabadora en mano, le pedía a Borges que recitara unos versos de un poeta del que jamás había escuchado.
Borges comenzó a hablar para la grabadora. Los versos eran desconocidos para mí. Alguna vez había escuchado su voz, pero la que utilizó en el sueño no se parecía en nada a la de mis recuerdos. Era la voz de un anciano, por supuesto, pero con un acento local. De repente, apareció una cama a la par del escritor, quien le dijo al reportero que deseaba dormir un momento. Borges se echó en la cama, dándonos la espalda.
Unos segundos después apareció una mesa junto a la cama. Un joven y dos muchachas se sentaron a la mesa a almorzar. La barbería se había transformado en un comedor con mesas en el centro y camas junto a las paredes. Las muchachas se sentaron en la cama donde Borges dormía, y brincaron tanto que hicieron que éste se levantara enfadado y fuera a tientas a buscar otra cama donde pudiera descansar.
De inmediato la mesa desapareció. Las muchachas hicieron mutis y el joven se aproximó a la cama donde Borges estaba acostado. Le dijo algo que no logré escuchar. Borges se levantó. Era un hombre rejuvenecido, como en la época en la que no había perdido la vista. Sonrió al joven al verlo y se dieron un beso en la boca. Cantaron una canción con una letra estúpida y se dieron abrazos y palmadas en la cabeza.

En ese momento desperté.

18.4.14

Gabriel García Márquez (1927 - 2014)

Cuando estaba en el último año de bachillerato, el maestro de literatura dejó de tarea leer Cien años de soledad y nos dio un mes. Pasado el plazo, el profesor quiso saber quiénes habían terminado la tarea. Mientras yo levantaba la mano vi la cara de molestia del maestro. Volví a ver atrás y me di cuenta que era el único que tenía la mano levantada. Luego descubrí que muchos ni siquiera habían tocado el libro.

Algunos días después mis compañeros me pidieron que hiciera el árbol genealógico de la familia Buendía. Lo hice de memoria para asombro de mis condiscípulos, pero más asombrado estaba yo porque ellos no lo tenían claro. ¿Por qué no habían disfrutado la lectura como yo?  ¿Por qué no sentían que el libro les había cambiado la vida? No podía comprenderlo. Al final del año comprendí que la lectura era para la mayoría una carga, una tarea pesada de la que nunca obtendrían placer.

Ahora que Gabriel García Márquez ha muerto, he recordado esta anécdota porque, aunque su fallecimiento ha causado gran repercusión en los medios internacionales, me pregunto cuántos de los periodistas que cubrieron o reprodujeron la noticia en realidad leyeron alguno de sus libros. Millones de latinoamericanos no lo han leído, ya sea por falta de recursos o de interés. Y eso que se trata, según la opinión general, del escritor de habla hispana más popular del siglo XX.

Tengo muchas anécdotas con los libros de García Márquez, y en esta ocasión quiero compartir una de ellas: cuando terminé de leer Cien años de soledad estaba en casa. Leí las últimas líneas con angustia. Al descubrir el desenlace de la dinastía de los Buendía me quedé callado. No pude hablar durante varios minutos. Mi hermano me hizo una pregunta y yo contesté con un movimiento de cabeza. No quería romper el hechizo, la complicidad que se había establecido entre el autor y yo durante unos días. Fue la misma sensación que tuve años después cuando leí, asombrado, Crónica de una muerte anunciada.

3.2.14

La habitación al fondo de la casa


Esta novela ha sido, sin duda, una de las grandes sorpresas que me he llevado en los últimos meses en el mundo literario. Desde hace mucho tiempo admiro el trabajo poético de Jorge Galán, pero no imaginaba que su narrativa alcanzara tan buen nivel de depuración como el que consiguió en este libro.

Desde la óptica del lector encuentro este libro muy entretenido. Es la historia de Magdalena y su esposo Vicente, que se conocen en una estación de trenes en los años cincuenta en San Salvador. Es el recuento de las anécdotas fantásticas que Magdalena confía a su nieto en una habitación oscura, en una casa de Los Planes de Renderos, inundada por la tristeza que deja en ella la ausencia de sus seres queridos. Es el dolor de las amigas separadas en la juventud, con la terrible certeza de que nunca volverán a verse.

El nieto de Magdalena no cree en las anécdotas que su abuela le cuenta. Ella lo sabe, pero aún así prosigue con su relato. Por ella conocemos de la balsa que Rosa Bulnes encarga a un carpintero del barrio, y que le servirá para viajar a Europa bajando primero por las aguas del río Acelhuate. Escuchamos también sobre la vida del padre de Vicente, un hombre que engendró a sus hijos después de cumplir noventa y cinco años. Nunca recibió un nombre. Primero fue el Muchacho, luego el Hombre, luego el Viejo. 

El nieto que escucha este relato debe decidir si las historias de su abuela son puros desvaríos o no. Pero en el fondo no importa. ¿Acaso las leyendas y los relatos fantásticos no forman parte de nuestro pasado? ¿No son las fábulas de las generaciones anteriores una parte importante de la historia familiar de cada uno de nosotros? ¿No es el dolor de los 75,000 muertos de la guerra civil nuestro propio dolor? Magdalena no es solo la abuela de este muchacho que escucha en la penumbra de una habitación. Es también la abuela de todos aquellos que hemos recibido como herencia un país que sufrió un siglo convulso y despiadado.

23.11.13

Magnus Carlsen, nuevo campeón mundial de ajedrez

El gran maestro noruego Magnus Carlsen se ha proclamado ayer campeón mundial de ajedrez. En un encuentro pactado a doce partidas, el final llegó a la décima debido a la ventaja de tres puntos de Carlsen sobre el anterior campeón, el indio Viswanathan Anand.


Carlsen era el gran favorito en las apuestas. Su condición de número uno del mundo con una ventaja de casi cien puntos ELO sobre Anand lo hacían el candidato principal para obtener la corona. A punto de cumplir los veintitrés años, falta por descubrir si su estilo de juego se convierte en una norma para el futuro. Carlsen suele evitar las complicaciones teóricas de las aperturas. Prefiere concentrarse en el medio juego, donde crea tantos problemas que sus oponentes suelen cometer fallos que él aprovecha. Precisamente eso es lo que ha ocurrido en este encuentro: Anand no logró imponerse en las aperturas y cometió errores que el nuevo campeón del mundo utilizó para obtener tres victorias y siete empates.

Hace algunos años publiqué una nota en este blog donde hablé de la victoria de Carlsen en un torneo de mucha fuerza. Él tenía quince años y ya no era un desconocido en el mundo del ajedrez. Dos años antes había participado en un torneo donde había derrotado al ex campeón mundial Anatoly Karpov. Unos días después jugó con el entonces número uno, Gary Kasparov, y estuvo a punto de derrotarlo. Hoy se han cumplido los pronósticos que los mentores del noruego habían lanzado hace tiempo. Carlsen es el nuevo monarca mundial. Una nueva era ha comenzado en el deporte de las sesenta y cuatro casillas.

17.11.13

Jardín botánico La Laguna: peces

¡A comer!

Hoy yo invito el almuerzo

Hay para todos



Este grupo estaba en un estanque


Close up

Pez tigre

¡Beso!

Estos sí que eran escurridizos

Jardín botánico La Laguna: fauna

Justo al entrar al Jardín vimos este pequeño Cherenqueque

¡Impresionante!

¿Alcanzan a ver las dos libélulas?

Una iguana con rastros de su mudada de piel

Antes de terminar la visita vimos una gran iguana que posó pacientemente para las fotos




Jardín botánico La Laguna: tortugas

Tomando el sol


Playa tortuga



Jardín botánico La Laguna: flores


Pascua

Pascua

Brocha

Cinco negritos

Cinco negritos rosada

Cola de ratón


25.9.13

HHhH


Las novelas relacionadas con la segunda guerra mundial han formado en la práctica un subgénero literario. Existe una gran cantidad de libros ambientados en ese período. Es muy difícil descubrir un texto que nos sorprenda o que aporte algo nuevo. Es por esta razón que el libro de Laurent Binet ha sido tan apreciado. En Francia fue galardonado en 2010 con el premio Goncourt de primera novela.

El título se debe a una frase en alemán: Himmlers Hirn heisst Heydrich, "El cerebro de Himmler se llama Heydrich". Durante la segunda guerra mundial, Reinhard Heidrich se convirtió en uno de los hombres más reconocidos del partido nazi. Como mano derecha de Himmler, contribuyó a la formación de las SS, una de las organizaciones político-militares más temidas. También formó parte del grupo de personas que diseñó la solución final. Heidrich fue destinado en 1941 a Checoslovaquia, donde ejerció en la práctica como jefe del territorio. Durante su gestión los nazis descabezaron a la resistencia y reprimieron con dureza a la población.

El gobierno checoslovaco en el exilio deseaba dar un golpe de efecto para ser tomado en cuenta en futuras negociaciones después de la guerra. Decidieron entrenar en Inglaterra a dos de sus mejores hombres, Jan Kubis (checo) y Joseph Gabcik (eslovaco), para que asesinaran a Heidrich. Luego de lanzarlos en paracaídas junto con otros soldados que efectuarían distintas tareas en la resistencia, Kubis y Gabcik se dirigieron a Praga. Fue en esa ciudad donde planearon el atentado. Varias familias los escondieron y alimentaron durante los meses que precedieron al ataque.

El aspecto más atractivo de la novela es su estructura. Fue escrita a modo de diario de viaje. Me explico: Binet nos confía que se siente muy atraído por los países que antes formaban Checoslovaquia. Conoce buena parte de la historia de esa región. Fue en uno de sus paseos por Praga donde visitó la iglesia donde se dieron algunos de los hechos que recoge en su libro. Conforme avanza en la narración comprendemos sus motivaciones, la energía que debe ser liberada. Nos hace comentarios de los libros y películas que hablan del mismo tema, nos adentramos en la mente del escritor a medida que las páginas se acumulan. Lo vemos recriminarse porque cree que no hace justicia a los hechos con los diálogos que ha compuesto. Porque no está tratando con personajes imaginarios, sino con personas que existieron en la realidad y que sufrieron los horrores del nazismo.

Binet nos permite acompañarlo por un viaje tortuoso, a lo largo del cual ha escrito un diario. A él le gustaría que todas las personas que participaron en la conjura sean reconocidas. En especial, quiere que no olvidemos a los que murieron debido a la represión posterior al atentado. Fueron cientos los que fallecieron víctimas de la venganza. Kubis y Gabcik son recordados hoy como héroes, pero hay muchas más personas que nadie recuerda, que estuvieron en la segunda línea y que merecen igual pompa. Esta es también la historia de esos héroes olvidados.

24.9.13

Hasta siempre, Álvaro Mutis


¡Oh Señor!, recibe las preces de este avizor suplicante y concédele la gracia de morir envuelto en el polvo de las ciudades, recostado en las graderías de una casa infame e iluminado por todas las estrellas del firmamento.

(Oración de Maqroll)


Cuando era un adolescente, un buen amigo me prestó un libro que había comprado en Guatemala. Se trataba de Crónicas y reportajes, de Gabriel García Márquez. Contenía trabajos periodísticos publicados en los años cincuenta. Uno de estos textos, del año 1954, hablaba de un escritor que era desconocido para mí: Álvaro Mutis. Era un nombre tan extraño que no lo olvidé. Meses después encontré una novela de ese autor colombiano. Era un libro muy caro y no pude comprarlo. Leí la contraportada y encontré un nombre aún más extraño: Maqroll el Gaviero. 

Pasaron diez años, más o menos, para que pudiera comprar por fin uno de los libros de Mutis. Eran tiempos en los que Internet no estaba al alcance de todos y no tenía tanta información como hoy. Solo pude orientarme por un dato que mencionaba el resumen del libro: decía que era la primera novela de la serie de Maqroll el Gaviero. Se trataba de La nieve del almirante. 

Las sorpresas saltaron desde la primera página, porque a la manera de Cervantes, Mutis nos lleva por un viaje a las librerías de viejo de Barcelona, donde encuentra un ejemplar que buscaba desde hacía mucho tiempo. En el forro encuentra unas páginas sueltas, llenas de una caligrafía de color morado, donde descubre uno de los viajes de Maqroll, el  marinero que viaja por distintas partes del mundo y que salta de una empresa ruinosa a otra. Esas páginas son las que Mutis transcribe para recrear el viaje de Maqroll a lo largo del río Xurandó para buscar unos aserraderos donde pensaba hacer un negocio cuyo éxito era improbable. 

Ese libro es mi preferido de Mutis en cuanto a narrativa se refiere. Algunos años después comencé a leer su poesía. En la Summa de Maqroll el Gaviero se encuentra la mayoría de su obra poética. Es un viaje por textos hechos con mucho amor y reverencia hacia la literatura. Dentro de esta colección hay un libro que destaco entre todos: Reseña de los hospitales de ultramar. Se encentran aquí textos magníficos: Pregón de los hospitales, El hospital de los soberbios y Las plagas de Maqroll.

El destino de Maqroll es hacer negocios en los que siempre lleva las de perder. En el libro Ilona llega con la lluvia lo encontramos en Panamá, junto con su amiga Ilona Grabowska, dirigiendo un burdel con gran éxito. Pero como todas sus empresas acaban mal, esta no podía ser la excepción. Un hecho de sangre marcará el final de la aventura. En este libro conocemos también a otro de sus grandes amigos: Abdul Bashur, un marino libanés que también viaja alrededor del mundo y cuyo sueño es encontrar un barco de tamaño mediano, un navío perfecto en el que podrá surcar los mares y sentir algo que recuerde a la felicidad.

¿Qué pensaba Álvaro Mutis de su personaje más conocido? Decía que era un derrotado, que se levantaba una y otra vez aun sabiendo que volvería a caer. En una de sus novelas el autor se incluyó como uno de los personajes e hizo saber a una mujer que lo interrogaba acerca de sus libros que estos eran “más bien tristones”. En efecto, tanto su poesía como su narrativa están cargadas de melancolía, de la derrota del ser humano y su irremediable fracaso. Pero también son textos de gran belleza, adornados con toda la curiosidad y lecturas recogidas durante décadas. En sus narraciones nos encontramos con personajes tan distantes en el tiempo como Alar el Ilirio, un militar de la edad antigua, y el coronel Napierski, un militar polaco que llega en 1830 a Sudamérica y conoce a un languideciente Simón Bolívar.

Mutis era un personaje frecuente de sus propias narraciones. Solía encontrarse con el Gaviero, por casualidad, en distintas partes del mundo. En la novela Amirbar contó que fue a buscarlo a un motel mediocre cerca de Los Ángeles. Maqroll se consumía por una malaria que nunca terminaba de desterrar. Esperaba recuperarse para seguir camino hacia Perú, donde se embarcaría en otro negocio de resultado dudoso. Al final del libro el autor recibió en un hotel de Bruselas una carta del Gaviero, donde le relataba algunas aventuras que valía la pena contarle porque sabía que Mutis “se ha empeñado en compilar mis descalabros con fidelidad e interés que no acabo de comprender”.


Hacía ya algunos años que Álvaro Mutis había caído en el silencio. El 22 de septiembre de este año nos encontramos con la noticia de su muerte, recogida por medios de prensa de todo el mundo. Su fallecimiento no fue una sorpresa, ya que acababa de cumplir noventa años y sufría de graves problemas de salud. Pero siempre se tiene la esperanza egoísta de que un escritor que has admirado durante años sobreviva un poco más, que exprima su cuerpo para publicar un libro más que atesorarás en la biblioteca personal. Él tuvo el privilegio de ser el primer lector de Cien años de soledad, distinción que Gabriel García Márquez le otorgó también con el resto de sus libros posteriores. Era un hombre que vivía enamorado del pasado, de quien se decía que jamás había votado en su vida y que añoraba a su Colombia natal en cada una de las páginas que escribió. Ahora nos ha dejado para ser testigo de primera mano de esos tiempos ya consumidos en los que Maqroll el Gaviero, seguramente, lo guiará en un barco forjado con algunas de las más brillantes páginas de la literatura latinoamericana del siglo XX.